Abrazando la libertad: por qué decidí abandonar el sujetador para siempre
Como mujer soltera de 25 años, la pandemia de COVID-19 provocó un cambio significativo en mi vida. Al igual que muchas otras personas, me encontré confinada en mi hogar, trabajando de forma remota y limitando mis interacciones con el mundo exterior. Durante este tiempo, descubrí una nueva libertad al desprenderme de las ataduras de un sujetador.
Aunque esto pueda parecer un detalle menor en el gran esquema de las cosas, se ha convertido en una parte importante de mi viaje personal hacia la autoaceptación y el abrazar mi cuerpo tal como es.
Después de meses de trabajar desde casa sin la necesidad de un sujetador, no podía imaginarme volviendo a usar uno. La comodidad que experimenté fue incomparable y me sentí liberada de las expectativas sociales que se me habían impuesto desde la pubertad. Decidí que, en adelante, ya no usaría un sujetador, no solo en casa, sino también en el trabajo y en público.
Sin embargo, esta decisión fue recibida con reacciones encontradas por parte de los miembros de mi familia. Mi padre y hermano, para mi sorpresa, aceptaron rápidamente mi elección y la trataron como normal. Reconocieron mi derecho a decidir qué era lo mejor para mi cuerpo y respetaron mi decisión. Desafortunadamente, mi madre no fue tan comprensiva.
Para ella, mi decisión de no usar sujetador era un signo de falta de decoro y respeto, especialmente frente a nuestra familia y otras personas. Argumentó que era inapropiado que estuviera tan abiertamente "expuesta" y que debería ajustarme a las normas tradicionales. Pero por mucho que ame y respete a mi madre, me niego a permitir que sus creencias dicten cómo debería sentirme acerca de mi propio cuerpo.
Estoy orgullosa de mi decisión de abrazar mi cuerpo y mi comodidad en un mundo sin sujetadores. No lo hago para hacer una declaración o rebelarme contra las normas sociales; simplemente estoy eligiendo lo que me parece correcto. Mi cuerpo no es una fuente de vergüenza, ni es algo que necesite ocultar por el bien de los demás. Al no usar sujetador, no solo disfruto de la comodidad física que conlleva, sino que también recupero mi autonomía sobre mi cuerpo y mis decisiones.
El hecho de que mi decisión haya sido recibida con tanta resistencia por parte de algunos es una clara indicación de que todavía tenemos mucho camino por recorrer en cuanto a normalizar los cuerpos de las mujeres y sus elecciones. Es fundamental que nos liberemos de las cadenas de las expectativas que se nos han impuesto y permitamos que las mujeres tomen decisiones sobre sus cuerpos sin juicios ni vergüenza.
Mientras continúo viviendo mi vida sin las restricciones de un sujetador, espero inspirar a otros a reconsiderar su propia relación con sus cuerpos y sus elecciones. La pandemia nos ha demostrado que nuestras vidas pueden cambiar en un instante y que el momento de priorizar nuestra propia felicidad y comodidad es ahora.
En conclusión, mi elección de vivir sin sujetador no es un acto de desafío, sino un acto de amor propio y una celebración de mi propio cuerpo. Me niego a ser avergonzada por la conformidad y animo a otras mujeres a abrazar sus propias decisiones personales, ya sea prescindir del sujetador o no. Es hora de que dejemos de controlar los cuerpos de las mujeres y, en su lugar, nos enfoquemos en apoyarnos mutuamente en nuestro camino hacia la autoaceptación y la libertad.